Bolivia: el inventor de los 2/3 y la cuadratura del círculo
El inventor de los 2/3 no debe ser mala persona, sino simplemente un infeliz que erró el tiro y no supo remediarlo de otra manera. En el baño de un restaurante leí hace unos días una cita que atribuyen a Brecht: equivocarse es humano, pero echarle la culpa al otro es más humano todavía. Brecht, o quien fuese el autor del dicho, encontraría su perfecto ejemplo en el actuar del inventor de los 2/3. Aplicando pocos conocimientos al respecto, este personaje aceptó incorporar a la ley de convocatoria de la Asamblea Constituyente la necesidad de que el texto final se aprobara por los 2/3 de los constituyentes, cuando esta es una previsión que históricamente se ha dado en otro contexto: el del poder constituido, el Parlamento, que requería del mayor consenso para que una simple mayoría no pudiera alterar el texto de la Constitución. Pero no cabía aplicar el análisis en el marco de una Asamblea Constituyente democrática, cuyo proyecto además debía pasar por la legitimidad del pueblo soberano a través de referéndum. De ser así, dejaría en manos de una minoría (1/3 de la Asamblea) la decisión sobre el proyecto de Constitución, que ya no puede aprobar la mayoría. Es lo contrario a la democracia: los menos deciden sobre los más.
Esto, de todas formas, no sorprende en un país como Bolivia, donde históricamente los menos siempre han decidido sobre los más. El proceso constituyente vivió escalofriantes escenas de racismo: asambleístas del gobierno acosados por las calles, perseguidos campo a través, humillados, maltratados. En la plaza pública se quemaban muñecos con sus nombres, y su foto aparecía colgada de los muros en señal de escarnio, acusados de traidores, ante la pasividad de propios y extraños. Nadie sabrá lo que sufrió esa gente para ofrecer a su pueblo un proyecto de Constitución que, de haber sido aprobado, hubiera sido la Constitución más avanzada del mundo.
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