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Mostrando entradas de enero, 2009

Bolivia: algo termina y mucho empieza

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Hace poco más de un mes, en Valencia, quizás por primera vez en Europa, se reunieron representantes de las cuatro asambleas constituyentes latinoamericanas que están marcando un hito en el constitucionalismo. Los asistentes pudieron, en una oportunidad como pocas, escuchar a Antonio Navarro Wolf sobre los errores cometidos en la constitución colombiana –junto con la anécdota nunca resuelta del robo de la espada de Bolívar-, a Isaías Rodríguez relacionando el proceso constituyente venezolano con el intento de golpe de Estado de Carmona y las oligarquías venezolanas, y a Fernando Cordero relatando detalles de la redacción de los 444 artículos de Montecristi, la Constitución ecuatoriana que aprobó el pueblo en septiembre pasado. Pero la intervención que posiblemente más argumentos provocó fue la del Ministro Héctor Arce. Sus palabras dejaron claro lo que muchos intuían y algunos habían vivido en carne propia: que el proceso constituyente boliviano seguramente ha sido no sólo el más comp

La misteriosa cuarta mitad del Bar Retro

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El título se lo puso Andrés cuando vino a tomar un café al Bar Retro y yo me pedí mi tradicional sándwich mixto de jamón y queso con ese café con leche que sirven donde la espuma de la leche rebosa y no deja lugar para el café. Ya lo había hecho notar Decio unas semanas atrás: los sándwiches mixtos del Retro tienen algo especial. Aun cuando, al menos eso creemos, se trata de dos piezas cortadas por la mitad, es decir, cuatro mitades, sólo sirven tres. ¿Dónde está, por lo tanto, la cuarta mitad? Hay misterios que no creo que valga la pena desvelar. El Bar Retro tiene varios de ellos. El nombre del bar se lo puso Lizbeth hace ya algunos meses, y hace alusión a la sensación años cincuenta que impresiona a uno cuando ingresa en el local: las señoras de peinados altos tomando su batido de chocolate, las camareras con uniformes de museo de la Modernidad, los baños con impecables grifos de rosca y, especialmente, la mesa serpenteante en la que se come mirándole a los ojos al desconocido

El tejado que quema

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Hace poco más de un año presencié en Madrid una adaptación honesta de Dulce pájaro de juventud, sobre el regreso a su pueblo natal de un actor joven y con poco talento que utiliza su relación con una actriz madura y alcohólica para subir puestos en su carrera, y que se bate entre su pasado y su futuro con la vista puesta en un poco envidiable presente. La historia me dejó confuso, y en alguna medida intranquilo. Siempre me han gustado los finales felices, y los de Tennessee Williams no lo son como, seguramente, tampoco lo fue su vida. Sólo una persona atormentada puede describir de esa manera el tormento. La excepción a los finales tristes de Williams es quizás La gata sobre el tejado de zinc caliente ; y bienvenida sea como excepción. Sorprendentemente, estaba en el menú de películas de Iberia, y no me resistí a volverla a ver. Destacaba entre las comedias de navidad y Dos hombres y medio . Me hizo bien porque, a diferencia de la sesión madrileña de un año atrás, me quedé dormido