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Mostrando entradas de octubre, 2008

Bolivia: el inventor de los 2/3 y la cuadratura del círculo

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Me lo imagino sentado frente a su mesa cerca de las oficinas presidenciales, quizás incluso observando la plaza Murillo desde uno de esos despachos del Palacio Quemado que resiste al tiempo, con muebles que hace décadas dejaron de relucir, y donde se llega subiendo escaleras y cruzando recovecos que nunca fueron pensados para un edificio de esas características. No sé si el personaje tiene nombre y apellidos, pero sí sé que está radiante, porque salió bien librado de la historia: el cuento acabó como previó, con la aprobación del texto constitucional por el Congreso de la República con la mayoría que él inventó: 2/3. No importan las repercusiones. De hecho, nunca importaron. Lo que de verdad cuenta es que en medio de todo este lío, él salió bien librado. Así se lo debió decir al Presidente Morales en algún momento: “Presidente, no se preocupe. Los errores de la Asamblea Constituyente los podemos negociar en el Congreso. Alcanzamos los 2/3 con toda seguridad; así corregimos el texto de

Entre los cuyes y la paella con guisantes

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Tania y yo pusimos cara de poema cuando el guía de la barquita que nos llevó por toda la laguna nos informó que el nombre de Cuicocha, ese volcán activo cuyo cráter es ahora un lago, proviene de los cuyes salvajes que rondan sus islas centrales. "Eso hay que confirmarlo" -dijo Tania, con razón. Confirmado: cui-cuy, cocha-lago. Rápidamente se me vinieron dos cosas a la mente: cómo había estado diez años -desde la primera vez que vine- sin recordar el nombre de esta belleza natural, que ya nunca olvidaría, y el cuy que me comí en el restaurante de las afueras de Huaral aquel fin de año que pasé con Javier y su familia, y del que recuerdo las patitas abiertas y las uñitas incipientes. Al salir hacia el norte de Quito e ingresar en Imbabura uno cree que el valle, la laguna de San Pablo y la ladera del volcán pueden tocarse con un dedo. De Cayambe a Cotacachi se llega dependiendo del tráfico y de las paraditas que se hagan, puesto que apetecen. Un poco más adelante queda Cuicoch

Destino UIO

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Quito -UIO, dicen las etiquetas del equipaje- es una ciudad con aeropuerto. Es decir, con el aeropuerto dentro de la ciudad. Salvo el de México DF, que sí me causó impresión la primera vez que aterricé, no conozco otro aeropuerto donde se alcance a divisar la pista de aterrizaje desde el aeropuerto del avión justo después de haber podido distinguir el color del cabello del señor que cruza el semáforo. No digo que no me guste. La diferencia de aterrizar a una hora de la capital -o tres, como ocurrió en Maiquetía no hace tanto, después de la caída del puente a la Guaira, cuando llegar a Caracas por la trocha o cruzando el Ávila era toda una odisea- o de tocar tierra en el mismo centro de la ciudad es abismal. Eso significa, por otro lado, que una de las primeras necesidades de adaptación al llegar a Quito es, junto con la altura (gracias, Ximena, por el mate de coca, pero estuvo mejor el ceviche de concha), acostumbrarse al ruido del avión al aterrizar, justo cuando pasa rozando las ant