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Mostrando entradas de marzo, 2009

Boabdil y el ciprés de la sultana

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Bajando por la carrera del Darro/Paseo de los Tristes, cuando ya había anochecido, Antonio me comentó que probablemente esa era la calle más bonita del mundo. Levanté los ojos y ahí estaba la Alhambra, Al Hamra , la roja, una de las primeras palabras que aprendí en árabe. En ese momento supe que tenía que subir, una vez más, a cegarme ante la belleza de los palacios nazarís, e imaginarme al niño Boabdil, rodeado del murmullo del agua y de olores de jazmín, recorrer los suelos enlosados pensando que estaba, realmente, en el paraíso. De todos los Boabdil con los que me he enfrentado, el que más me gustó fue el de Gala. Lo plantea como un hombre con sus fortalezas y sus debilidades. Quizás el hombre más desgraciado de la tierra, el que perdió Granada y, con ella, la Alhambra. Imagino su último vistazo hacia los muros rojos con la seguridad de no volver a verlos nunca más. No creo que llorara, a pesar de la historia cristiana del suspiro del moro ; de hecho, ya en ese momento no le de