Boabdil y el ciprés de la sultana

Bajando por la carrera del Darro/Paseo de los Tristes, cuando ya había anochecido, Antonio me comentó que probablemente esa era la calle más bonita del mundo. Levanté los ojos y ahí estaba la Alhambra, Al Hamra, la roja, una de las primeras palabras que aprendí en árabe. En ese momento supe que tenía que subir, una vez más, a cegarme ante la belleza de los palacios nazarís, e imaginarme al niño Boabdil, rodeado del murmullo del agua y de olores de jazmín, recorrer los suelos enlosados pensando que estaba, realmente, en el paraíso.

De todos los Boabdil con los que me he enfrentado, el que más me gustó fue el de Gala. Lo plantea como un hombre con sus fortalezas y sus debilidades. Quizás el hombre más desgraciado de la tierra, el que perdió Granada y, con ella, la Alhambra. Imagino su último vistazo hacia los muros rojos con la seguridad de no volver a verlos nunca más. No creo que llorara, a pesar de la historia cristiana del suspiro del moro; de hecho, ya en ese momento no le debía quedar fuerza ni para un tímido gemido. Según las leyendas cristianas, no sólo lloraba con lágrimas de mujer lo que no había sabido defender como hombre, sino que además era un cornudo. En los jardines del paraíso (Generalife) está el ciprés de la sultana, frente al cual supuestamente la mujer de Boabdil amaba a un caballero abencerraje. Historias así hay miles; con razón se le apodó Boabdil el Desdichado.

Uno siente curiosidad por saber qué impulsa al vencedor para difamar al derrotado. Quizás haya algo de envidia. Imagino a Isabel y a Fernando, tan católicos ellos y sin conocer mucho el baño, entrando en la Alhambra y preguntándose para qué tantas fuentes y palanganas. Pero, en el fondo, habrían descubierto aquello de lo que ningún poderoso quiere ser consciente: ellos no disfrutaron, ni disfrutarían en todo su esplendor, de los frisos y los jardines, ni de los murmullos de la infancia con vistas a los cármenes. Granada ya no sería lo que fue; las catedrales que mandaron construir palidecerían frente a los recintos nazarís. Todo lo prohibido es deseado, dice el refrán árabe. Lo prohibido para los reyes católicos lo pudo disfrutar Boabdil las noches de luna con olor a azahar. Con o sin esposa infiel bajo el ciprés del Generalife lo cual, con lo que le rodeaba, creo que le hubiera importado bastante poco.

Comentarios

MEVAR ha dicho que…
Da igual las veces que vallas hay algo mágico que envuelve a lugares así...tienen alma propia.
Me cuesta un poco no hacer alusión a lo machista, pero como la culpa no es de quién escribe lo dejaré...pero solo por lo bello que lo haces y por eso igual que en tu relato disfrutare de ello sin importarme nada mas.
· ha dicho que…
"Zogoibi, el Desventuradillo", así recuerda Gala que lo llamaban los granadinos al que "pretendía aprovechar la diplomacia para conseguir, en la derrota, las mejores condiciones posibles"...y, que en el mismo año que llegaron a América, permitió que Castilla se apoderara de la Alhambra.

A veces pasan cosas curiosas; hace un rato hojeaba ese bello libro pensando en que mi hija (la que está en Barcelona) estará nuevamente en Granada el martes y que visitará la Alhambra. Y ahora que ando de visita de blogs, vengo al tuyo y me encuentro con este escrito que habla del lugar que dio origen a la zambra, que espero alguna vez conocer, y sonrío con esa reflexión tuya sobre los reyes católicos y el baño.

Un abrazo,Rubn
· ha dicho que…
y, por si te apetece, te dejo el enlace a unas zambras que subí hace tiempo al el otro blog:

http://apuntesyborradores.blogspot.com/2007/09/estrella-morente_18.html
Anónimo ha dicho que…
La Alhambra tiene duende, y entre Boabdil y el palacio nazarí hubo y habrá siempre una magia especial, que se respira por el aire del monumento con belleza geométrica, más singular y especial del mundo, dónde las paredes, jardines y estanques siguen hablando de su historia...
melaida68 ha dicho que…
Estimado Rubén,

¿Conoces el poema escrito al pie de la Alhambra? uno en que Boabdil se despide de Granada.
Esta en una placa el la calle que desciende de la Alhambra.
Dice algo como que añorará Granada, una vez que se vaya al desierto.
Muchas gracias.

Entradas populares de este blog

La avenida Arce y la altura paceña