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Mostrando entradas de 2010

La noche más larga

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Incluso con todas las celebraciones, o quizás con su colaboración, noviembre y diciembre son en este cansado hemisferio norte difíciles de avanzar y superar. La oscuridad se alarga en una tierra que se crece con la luz y mengua con el frío, y el invierno tiene como efecto que cada uno se esconda donde pueda esconderse o donde le dejen. Con el alma pasa algo por el estilo. Lo que en otro momento son fuerzas y vistas al horizonte pasan a ser reflexiones algo negras y miradas de reojo. Es fácil sentirlo: durante la larga noche del 22 de diciembre el mal está en el auge de sus fuerzas. Más de mil años antes de nuestra era, los persas sabían que, como la materia fue creada con la antimateria, el dios del fuego y la luz sólo podía haber existido siempre con el de la oscuridad y el mal. La sustancia dual implica que todo Ahura Mazda conlleve su Angra Manyu. Durante la noche más larga, el solsticio de invierno, las fuerzas del mal campaban a sus anchas, y con la llegada del día siguiente

Hablando japonés en Sampa

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No, no es un mercado callejero de Tokio, aunque lo parezca. Es una tienda del barrio japonés de Sao Paulo, esa ciudad de contrastes y revelaciones que los brasileños llaman cariñosamente Sampa. Pasan los años y Sao Paulo sigue siendo una cajita de sorpresas con sabor a añejo. La añejada proviene de quince años, que no está del todo mal. En aquel momento me encontré envuelto sin querer en las historias de una ciudad como la que nunca había soñado abarcar. Los atardeceres en Anhangabahú -el valle del diablo-, cruzar el puente del Chai frente a la ópera, la pasta de las trattorias de Bechiga -mejores que las napolitanas, mi spiace bella Napoli-, la catedral neogótica y neoghotica -Batman dixit-, la frescura de Jardims, y los domingos en el MASP y el Trianon. Recorrer con Cicero algunos recovecos que no podrían calificar para gente de bien. Dormir en el Ca d´Oro por el retraso de la VARIG prequiebra, y ver espectáculos en vivo en bares poco confiables de la plaza Roosevelt como nunca más

Las Alasitas y la pintura de Santa Cruz

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A las puertas del carnaval, es tradición paceña comprar deseos en pequeño. El mercado de las Alasitas es un rito, donde uno elige qué desea para el futuro cercano: si es una casa nueva, o reparar la suya, adquiere una miniatura de construcción con sus carros de obra y con garaje. Si prefiere viajar, un pasaporte que cabe en la palma de la mano. Así se pueden comprar objetos pequeños para casarse, para tener salud, para conseguir el título universitario... y por supuesto, dinero. Montoncitos de dólares y de bolivianos en tamaño miniatura que harían las delicias de los pequeños. Pero cuidado: con las Alasitas no se juega. La cosa va en serio. Que se lo pregunten si no a aquella señora que con ilusión llevó sus "alasitas" a los parientes en los Estados Unidos y la detuvieron en la aduana norteamericana por falsificación de moneda. Desde la primera vez que me llevó Alejandro, hace algunos años, intento no perderme unas Alasitas. En esta última ocasión, con Katia y más amigos h

Si no hay final no hay principio

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El hecho de que el Cabo de La Nao fuera el entorno de mi infancia y adolescencia tenía algunos efectos particulares. Quizás uno de los más prácticos era recibir el nuevo año mirando hacia la salida del sol. Es lo que nos pasa a los del mediterráneo occidental: que hemos vivido saludando a los amaneceres. Levantarse al alba para ver la diminuta esfera solar era obligado después de una noche como la última del año, cuando con sabor a leña, los ojos achinados por el sueño y algo de frío, nos cobijábamos bajo los abrazos para disfrutar del aire fresco de la mañana y de los primeros rayos del nuevo periodo que parecía abrirse ante nosotros. Quizás sea por la madurez que necesariamente conlleva el paso del tiempo, pero ahora prefiero disfrutar de los atardeceres, y apuesto por éstos durante el último día del año. Mirar por ejemplo al Pacífico desde las alturas de Barranco, ese extraño barrio limeño donde parece que no haya pasado el tiempo, significa darse cuenta más de lo que se ha ido