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Mostrando entradas de 2009

¿Y si todo empieza en Caral?

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A unos doscientos kilómetros al norte de Lima, en el valle de Supe, se encuentra Caral, "la civilización más antigua de América" de acuerdo con lo que defienden sus promotores. Hace sesenta años fue iniciada la investigación por arqueólogos norteamericanos entre los que se encontraban Paul Kosok y Richard Schaedel. Las diferentes aproximaciones al lugar por parte de los historiadores fueron colmadas ya en la década de los noventa por la investigación de Ruth Shady, profesora de la Universidad de San Marcos y fundadora-directora del proyecto arqueológico Caral-Supe. La Dra. Shady ha hecho de Caral el centro de su vida profesional, y le ha dedicado al sitio alrededor de una decena de libros, así como un número importante de artículos científicos. El resumen de la importancia de Caral, según sus promotores es el siguiente: en los manuales de Historia de todo el mundo, a partir del auge de las teorías difusionistas, se plantea que el neolítico apareció hace más de diez mil a

2016 razones para coincidir con el COI

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Si existe una organización aún menos democrática que Naciones Unidas es el Comité Olímpico Internacional, herencia del gran espíritu aristócrata de Coubertain, compuesto por unos señores que nadie sabe de dónde aparecen ni quién los elige. Ni siquiera los wikis; o sea, lo dicho, nadie. Un auténtico misterio que gestiona miles de millones de euros entre derechos, himnos, banderas y símbolos. Eso sí es un negocio y no las miserias de las fotocopiadoras que cobra la SGAE. Nunca creí coincidir con el COI en nada hasta su última decisión. Ver al Rey Juan Carlos de Borbón -el máximo representante de las relaciones internacionales españolas que, como a los del COI, nadie nunca ha elegido- paseándose entre sus amigos de viajes y barcos, y el desfile de deportistas de élite -más de la mitad del presupuesto estatal en deporte-, alcaldes, presidentes del gobierno, presidentes de la oposición, etc., me causó profunda tristeza. Pensé que con Obama en las cercanías y Zapatero rondando los seño

La mirada de Bolívar

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El Hatillo es uno de los municipios del distrito metropolitano de Caracas, y el que más conserva la personalidad de las casas viejas, coloniales, que alguna vez poblaron todo el valle al sur del Ávila. Hoy en día Caracas es un entramado de autopistas y edificios que en ningún momento parecen apuntar hacia lo que en algún momento fue. Buscar el rastro colonial caraqueño entre el asfalto y el desarrollismo de los setenta es casi un imposible; apenas un par de calles donde pervive, por fortuna, la casa natal de Bolívar,y algunas islas arquitectónicas de entornos no siempre agradables, como La Pastora o Petare. Pero a pocos kilómetros del centro de la ciudad, que pueden convertirse en un recorrido largo según el tráfico y las lluvias que producen las "colitas" de la autopista del Este, se encuentra este remanso que es El Hatillo, conocido históricamente por haber producido a varios de los venezolanos que pidieron la independencia del país hace ya doscientos años. Como en todos

"Los hombres que no amaban a las mujeres" o cómo dejarse atrapar por una novela de 666 páginas

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Mi afición por la novela negra empezó por lo sencillo y fue menguando a medida que iba descubriendo otras cosas que involucraban más tiempo y más recompensas intelectuales. En el momento en que me preguntaba qué mente privilegiada podía imaginar un final aceptable para Diez negritos , por razones familiares (prohibición de un padre a un hijo adolescente) no pude ir al encuentro de seguidores de Agatha Christie -esa vieja aburrida que sabía escribir, como una vez me comentó un amigo- en Mallorca, con la excusa de que tiempo tendría para hacerlo; nunca más se reunieron o, al menos, ya no se me cruzó la oportundad. Con Arsenio Lupin, ladrón de guante blanco, pasé varios veranos oliendo a jazmín durante las noches en el cabo, cuando mientras caída la tarde, llegaba el fresco, y sonaba el ruido de los grillos en los pinares, el caballero ladrón se burlaba de todo y de todos con el descaro que le caracterizaba Luego vinieron algunos clásicos, incluso títulos de la tierra, como aquellos impe

¿Copacabana o Tegucigalpa?

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Buena parte del mes de mayo lo pasé en Brasil. Visité de nuevo Río, después de una década sin pasar por la ciudad maravillosa , y la vi tan atractiva como la recordaba. Además de hacer amigos estupendos, volví a pisar las olas en mosaico de Copacabana y tomar una caipirinha en Ipanema, pasear por Botafogo y saborear el jugo de açaí, comprar un coco partido al lado del mar y disfrutarlo en una ciudad que ha sido capaz de hacer de la playa toda una cultura. Y a la que regresaré pronto. Pero según el ABC yo no pasé el mes de mayo entre Valencia y Copacabana, sino en Tegucigalpa, asesorando a un gobierno que lo único que quería hacer era preguntar democráticamente a su pueblo sobre la activación de la asamblea constituyente. Lo mismo que pasó en Colombia a principios de los noventa, en Venezuela en 1999, en Ecuador o en Bolivia durante los pasados años, provocó un golpe de Estado en Honduras. Un proceso democrático que acaba con un gorila que nadie eligió de presidente de facto del paí

Los caraduras

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Aquí los tienen, tan campantes. Los caraduras son así. Les da igual la sustancia ética de sus decisiones con tal de salirse con la suya. Hay mucho en juego, y lo principal es construir más y más edificios y que sus amigos puedan vivir en livings frente al mar. La destrucción del Cabanyal está decretada desde hace más de una década por la alcaldesa valenciana Rita Barberá y bendecida por el President de la Comunitat Francisco Camps, ambos de la derecha más rancia del Partido Popular. Ay, les cogió por banda la crisis, y los negocios no son tan fáciles como antes. Pero da igual: lo importante en estos momentos es no bajarse del burro, no rectificar, no plantear nuevas soluciones a la ampliación de una avenida diseñada para acabar con el que podría ser el barrio emblemático de Valencia. Y seguir con la pala amenazando el Cabanyal. Pero, mientras tanto, los caraduras se atreven a inaugurar la exposición de Sorolla en El Prado. En un ejercicio de cinismo sin precedentes, posan riéndose

Habemos gente pa´to´

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Le pedí al taxista que me llevara a la plaza Hermanos Pascual, donde me esperaban mis compañeros de Amnistía para discutir las actividades del año, y el conductor me preguntó que si iba al bingo. ¿Al bingo a estas horas de la mañana? , repuse sorprendido, viendo que el reloj aún no marcaba las 11 am. Uy, si usted supiera -me contestó sin dudar-. A estas horas llevo todos los días viejecitas y señoras de la limpieza, así llegan a tiempo a casa para hacer la comida . No podía imaginarme a las viejecitas sacando ahorros de su cartilla para gastárselos en el bingo, y luego comprar chuches para los nietos con lo que les había caído en la máquina tragaperras; ni a la señora de la limpieza sentada frente a la ruleta con el recambio de la fregona en el bolso y apostando por las chances . Bueno, yo no voy al bingo , le dije al taxista, que me respondió: habemos gente pa´to´. Así es, habemos gente pa´to´ . Por ejemplo, hay quien se disfraza de hombre invisible y se para al principio del pase

Boabdil y el ciprés de la sultana

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Bajando por la carrera del Darro/Paseo de los Tristes, cuando ya había anochecido, Antonio me comentó que probablemente esa era la calle más bonita del mundo. Levanté los ojos y ahí estaba la Alhambra, Al Hamra , la roja, una de las primeras palabras que aprendí en árabe. En ese momento supe que tenía que subir, una vez más, a cegarme ante la belleza de los palacios nazarís, e imaginarme al niño Boabdil, rodeado del murmullo del agua y de olores de jazmín, recorrer los suelos enlosados pensando que estaba, realmente, en el paraíso. De todos los Boabdil con los que me he enfrentado, el que más me gustó fue el de Gala. Lo plantea como un hombre con sus fortalezas y sus debilidades. Quizás el hombre más desgraciado de la tierra, el que perdió Granada y, con ella, la Alhambra. Imagino su último vistazo hacia los muros rojos con la seguridad de no volver a verlos nunca más. No creo que llorara, a pesar de la historia cristiana del suspiro del moro ; de hecho, ya en ese momento no le de

Bolivia: algo termina y mucho empieza

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Hace poco más de un mes, en Valencia, quizás por primera vez en Europa, se reunieron representantes de las cuatro asambleas constituyentes latinoamericanas que están marcando un hito en el constitucionalismo. Los asistentes pudieron, en una oportunidad como pocas, escuchar a Antonio Navarro Wolf sobre los errores cometidos en la constitución colombiana –junto con la anécdota nunca resuelta del robo de la espada de Bolívar-, a Isaías Rodríguez relacionando el proceso constituyente venezolano con el intento de golpe de Estado de Carmona y las oligarquías venezolanas, y a Fernando Cordero relatando detalles de la redacción de los 444 artículos de Montecristi, la Constitución ecuatoriana que aprobó el pueblo en septiembre pasado. Pero la intervención que posiblemente más argumentos provocó fue la del Ministro Héctor Arce. Sus palabras dejaron claro lo que muchos intuían y algunos habían vivido en carne propia: que el proceso constituyente boliviano seguramente ha sido no sólo el más comp

La misteriosa cuarta mitad del Bar Retro

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El título se lo puso Andrés cuando vino a tomar un café al Bar Retro y yo me pedí mi tradicional sándwich mixto de jamón y queso con ese café con leche que sirven donde la espuma de la leche rebosa y no deja lugar para el café. Ya lo había hecho notar Decio unas semanas atrás: los sándwiches mixtos del Retro tienen algo especial. Aun cuando, al menos eso creemos, se trata de dos piezas cortadas por la mitad, es decir, cuatro mitades, sólo sirven tres. ¿Dónde está, por lo tanto, la cuarta mitad? Hay misterios que no creo que valga la pena desvelar. El Bar Retro tiene varios de ellos. El nombre del bar se lo puso Lizbeth hace ya algunos meses, y hace alusión a la sensación años cincuenta que impresiona a uno cuando ingresa en el local: las señoras de peinados altos tomando su batido de chocolate, las camareras con uniformes de museo de la Modernidad, los baños con impecables grifos de rosca y, especialmente, la mesa serpenteante en la que se come mirándole a los ojos al desconocido

El tejado que quema

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Hace poco más de un año presencié en Madrid una adaptación honesta de Dulce pájaro de juventud, sobre el regreso a su pueblo natal de un actor joven y con poco talento que utiliza su relación con una actriz madura y alcohólica para subir puestos en su carrera, y que se bate entre su pasado y su futuro con la vista puesta en un poco envidiable presente. La historia me dejó confuso, y en alguna medida intranquilo. Siempre me han gustado los finales felices, y los de Tennessee Williams no lo son como, seguramente, tampoco lo fue su vida. Sólo una persona atormentada puede describir de esa manera el tormento. La excepción a los finales tristes de Williams es quizás La gata sobre el tejado de zinc caliente ; y bienvenida sea como excepción. Sorprendentemente, estaba en el menú de películas de Iberia, y no me resistí a volverla a ver. Destacaba entre las comedias de navidad y Dos hombres y medio . Me hizo bien porque, a diferencia de la sesión madrileña de un año atrás, me quedé dormido