¿Y si todo empieza en Caral?

A unos doscientos kilómetros al norte de Lima, en el valle de Supe, se encuentra Caral, "la civilización más antigua de América" de acuerdo con lo que defienden sus promotores. Hace sesenta años fue iniciada la investigación por arqueólogos norteamericanos entre los que se encontraban Paul Kosok y Richard Schaedel. Las diferentes aproximaciones al lugar por parte de los historiadores fueron colmadas ya en la década de los noventa por la investigación de Ruth Shady, profesora de la Universidad de San Marcos y fundadora-directora del proyecto arqueológico Caral-Supe. La Dra. Shady ha hecho de Caral el centro de su vida profesional, y le ha dedicado al sitio alrededor de una decena de libros, así como un número importante de artículos científicos.

El resumen de la importancia de Caral, según sus promotores es el siguiente: en los manuales de Historia de todo el mundo, a partir del auge de las teorías difusionistas, se plantea que el neolítico apareció hace más de diez mil años en el actual medio oriente, desde donde fue extendiéndose como una balsa de aceite. Con el paso del tiempo, entre cuarto y tercer milenio a.C., se dieron las primeras civilizaciones -Ubaid, las ciudades sumerias, Egipto-, y la forma de vivir ciudadana, escritura incluida. La civilización, entendida de esa forma, tardó varios miles de años en llegar al continente americano, y su ingreso fue por el norte, a través del estrecho de Bering, como miles de años antes lo hicieron los cazadores-recolectores siberianos aprovechando la congelación de las aguas durante la glaciación. Hacia el 1.500 a.C. se desarrollarían las primeras civilizaciones del periodo formativo; la principal de ellas, la Olmeca, aparecería en Mesoamérica. Varios siglos después -alrededor del 900 a.C.- aparecería en América del Sur la primera de sus civilizaciones, Chavín, que se conformaría como columna vertebral de las culturas andinas precolombinas.

Todo eso mientras la Dra. Shady no investigó Caral.

La hipótesis de Caral -porque, de hecho, sólo puede ser considerada por ahora una hipótesis- es que milenio y medio antes de los Olmeca, al mismo tiempo que los sumerios controlaban el agua en canales y los egipcios construían las primeras pirámides-mástaba, apareció de la nada -su llegada por el norte hubiera dejado numerosas huellas en el enorme recorrido- una cultura-civilización en pleno corazón de los Andes: Caral. Y tal como apareció, desapareció, supuestamente por un alud o fenómeno meteorológico parecido. Lo que quedó fueron las estructuras que, de acuerdo con sus promotores, son el rastro inextinguido de tan precoz civilización. A partir de ahí, y sin un solo análisis del carbono 14 sobre restos humanos, nos adentramos en elucubraciones tan biensonantes como difíciles de creer sobre la creación, mantenimiento y extinción de la organización política de Caral: el carácter de ciudad sagrada, el Estado prístino, el manejo de la aritmética y la astronomía, el papel de la mujer, la predicción del clima... Un sueño.

No seré yo quien quite las ilusiones a los posibles visitantes del flamante nuevo Patrimonio de la Humanidad. De hecho, se crea o no en la cronología propuesta por sus defensores, Caral es de las visitas más motivantes que uno puede realizar en ese milagro llamado Perú. Está cerca de la capital, y junto con las huacas limeñas y -no se lo pierdan- Pachacámac, no está de más, si cuentan con un día suelto, acercarse a disfrutar de estas magníficas construcciones del valle de Supe. El paseo sirve no sólo para conocer una civilización que, dejando aparte su edad, fue impresionante; también para meditar sobre los auges y las caídas de las sociedades y en el hecho, patente, de que nada dura. Otra cosa es que ustedes crean la hipótesis de la sociedad-platillo volante, que parece más enraizada con teorías de Año Cero sobre el origen extraterrestre de las líneas de Nazca o sobre el hecho de que cuando la lava del Vesubio cubrió Pompeya lo que realmente arrasó fue un parque de atracciones romano.

Pero, eso sí, les recomiendo que no se empeñen en discutir con los guías sobre la antigüedad del sitio. Le fastidiarán el día y, peor, lo mirarán mal. Le contarán la historia de un francés que tampoco lo creía y, fíjense, acabó peor que los arqueólogos de la tumba de Tutankamón. Por si acaso, mejor escuchen, analicen y sueñen. ¿Y si, a pesar de las evidencias históricas, la lógica y los libros de texto, resulta que todo empieza en Caral?

Comentarios

Cecilia ha dicho que…
Magnífico artículo. Es increíblemente interesante.

Entradas populares de este blog

Boabdil y el ciprés de la sultana

La avenida Arce y la altura paceña