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Mostrando entradas de 2008

Delfos, el fin y el principio

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Este año, durante un inolvidable viaje por Grecia, cumplí un sueño: conocer el oráculo de Delfos. Era una luminosa mañana de marzo cuando salimos de Atenas hasta Tebas, bordeamos el monte Parnaso y llegamos a ese pequeño pueblo que durante siglos tomó las grandes decisiones del mundo. La chica de la cafetería nos había dibujado amablemente la ruta en una servilleta de papel, para qué más, y con la servilleta en una mano y el deseo de conocer el oráculo en la otra, condujimos hacia el oeste, hasta el mismo borde del estrecho de Corinto. No sabía muy bien qué me iba a encontrar en Delfos. No creía que fuera lo mismo que desean encontrarse multitudes de turistas de pantalones cortos, sandalias y camisas de flores, cámara de fotos en mano, que esperan que una pitia alucinógena desde la roca les hable de su futuro exhalando fluidos y vapores. Yo pensaba que la cosa sería más discreta, pero no oculto que tenía la intuición de que el oráculo de Delfos incidiría en mi destino, quizás en s

Los pilotos, nuevo sujeto revolucionario

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No se lo escuché a Marta Harnecker, sino que se lo leí a Decio en un mensaje que me envió cuando le comuniqué que mi avión, gracias a la huelga "encubierta" del SEPLA, salía con varias horas de retraso. Muy gentilmente, la chica que atendía en el counter de Iberia me dio a leer un papelito donde se denunciaba que el retraso era debido a la huelga de pilotos del SEPLA, y la compañía se lavaba las manos ante cualquier responsabilidad. "Pero eso es Iberia, ¿a mí qué me cuenta?" -le repuse, resistiéndome a lo inminente. "No es Iberia, es toda Europa", respondió la mujer, que indudablemente no entendía que la "E" de SEPLA califica de español al sindicato. Y yo la verdad es que no sé, ni me importa, si será español, en particular cuando escucho el acento de los pilotos al despegar o al aterrizar (aquello de buenos días, les habla el captain); lo que sé es que no parece que sea sindicato. O, por lo menos, los sindicatos ya no son lo que eran. Antes,

Lo que importa y lo que no

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En el Mr. Books de El Jardín encontré hace unas semanas la versión de EDAF del Bhagavad-Gita, ese episodio del Mahabharata que sintetiza el pensamiento hinduista del que bebió el budismo. No lo estaba buscando, pero llegó. Aunque hayan pasado más de dos mil años desde que se escribió, o justamente por eso, muchas de sus partes son de una actualidad sorprendente. Entre ellas, aquella diferenciación que fue lo que más me atrajo del pensamiento budista cuando empecé a interesarme por él: la distinción entre lo que importa y lo que no importa. El Bhagavad-Gita no lo dice exactamente así, pero la referencia, como dirían los juristas, es tácita. De hecho, no se refiere expresamente al samsara, la rueda de la vida que se repite mientras se aprende, una y otra y otra vez. Pero sí habla del pensamiento hacia adentro, es decir, del hecho de reflexionar sobre lo que realmente importa. El ejemplo del cuerpo de la tortuga que incluye el Bhagavad-Gita es difícil de superar. "Quien desvía lo

Ir para siempre regresar

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Hay pocas ciudades a las que uno regresaría siempre. Mi principal es Bogotá. No sólo por la biblioteca Arango y el Juan Valdez del museo Botero, ni tampoco por el restaurante japonés de la zona T, aunque no me lo pierda en cada una de mis visitas. Ni siquiera por los teatros de la Candelaria, ni por el Café Oma de la 93, ni por el Corral de la gasolinera Texaco de la séptima y el sabor de sus hamburguesas de madrugada, casi al amanecer. En el caso de Bogotá es por los amigos que llegaron tan de repente como de repente pasaron a ser importantes en mi vida. Aparecí por la Universidad Externado hace tres años y nunca me quise ir. Fui a buscar y lo que pasó es que encontré: encontré el sabor de la verdadera hospitalidad, bañada de tarta de amapola en el café-librería de la universidad, y encontré el calor de nuevos amigos cuando creía que los amigos de verdad ya habían aparecido. Salí del Externado apresuradamente por razones profesionales que no vienen al caso, pero lo cierto, y eso lo e

Caracalla, Széchenyi y Papallacta

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Entre las termas de Caracalla y las de Papallacta no hay sólo una distancia de algo más de diez mil kilómetros, según googlemaps, sino una verdadera diferencia en obtener el agua caliente. Los romanos en tiempo de Antonino -y no de Caracalla, que se apuntó el tanto- tardaron cinco años en construirlas, de los cuales dedicaron largo tiempo a descubrir cómo calentar el agua a través de dos hornos alimentados por las llamas que avivaban los esclavos. En Papallacta la cosa es más fácil: sale el agua caliente del fondo de la tierra y uno se sumerge en la piscina al aire libre. Usted sólo tiene que correr hacia ella con poca o ninguna ropa, procurando no pasar mucho frío (en el páramo no calienta mucho el sol), introducirse lentamente en el agua, y dejar que le inunda una sensación de bienestar difícil de describir. Salvando las distancias, la cosa recuerda a las memorables termas Széchenyi, en Budapest, las que quedan cerca del zoológico y, en especial, del mejor restaurante del país (y

Y usted, ¿qué necesita?

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Así es la cosa. Todos necesitamos algo, unos más que otros. Yo, por ejemplo, necesito que los de Tvcable se dignen a instalar el servicio que estoy pagando todo el mes y que no disfruto desde que cambié de apartamento. Han pasado dieciocho días desde aquello, dieciocho eternos días sin poder ver la serie de ciudades perdidas que pasan por el History Channel. Tampoco es que el cable me sirva para mucho más; no hay tiempo. Pero la televisión al aire ecuatoriana ofrece poca alternativa. Y los paseos de Josh Bernstein por la pirámide de Deydefra o buscando la ciudad Z entre los kuikuro amazónicos tienen, puedo jurarlo, capacidad de escape. También los budistas necesitan algo, aunque digan que no. El budismo se basa justamente en el desentendimiento de las necesidades, pero he aquí la gran paradoja: la llegada al nirvana también es una necesidad. No se practica la meditación de la burbuja ni se interna uno en el convento tibetano por amor al arte, sino por amor a la iluminación. Una ilum

No todos los días se cumplen cuarenta años

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Y yo tampoco lo hice ese día, pero ya voy en camino. De todas formas, si mi cumpleaños es con Ángela, con Katushka y con Fabiola, cumplir cuarenta, cincuenta o sesenta no parecerá tan grave. Ya sé lo que no faltará: no faltará un buen plato de pescado, -en este caso róbalo sudado con chupe de camarones- bañado con vino blanco bien frío; no faltará una noche apacible en Lima (noviembre ya es casi verano), con suave brisa del oeste, y no faltará el mar. No falt arán pisco souers, ni maracuyá souers, aunque dos de cuatro tengan que pasar el día siguiente en la cama. No faltará una buena conversación sobre el presente, el pasado y el futuro y, especialmente, no faltarán amigas como ellas. También sé lo que no tendremos: no estará Cala, porque han perdido el litigio contra la Municipalidad, y posiblemente desaparezca esta oportunidad de cenar al alcance de las olas. Es mi segundo cumpleaños en Lima, y a Ángela le debo haberme mantenido derecho en las dos ocasiones a pesar de los rones y

El día de Todos los Santos en el país de todos los santos

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Ir con las tres Lizbeths (Tania Lizbeth, Emilia Lizbeth y Lizbeth Liliana) rumbo al sur, hacia Ambato, el día de Todos los Santos, es también recordar que Ecuador es el país de todos los santos. Menudo trabajo hizo la iglesia, ríanse ustedes de la propaganda del imperio acadio. Ya saben: San Patricio, San Felipe, San Antonio... lugares, autobuses, comercios... los santos presentes en todo lugar. Por eso no es de extrañar que la afluencia a los cementerios el día de Todos los Santos no sea una presencia habitual, sino que sorprende por su alegría, en cierta medida jovialidad, y hasta las flores parecen más vistosas. Los familiares y amigos visitan el cementerio, comen sobre las tumbas, hablan a las personas que ya no están, e incluso cantan; junto al acordeonista, las penas son menos penas y el día pasa rápido. La ruta turística hacia Ambato tiene otros atractivos: probar el queso de hoja en Latacunga, saborear los helados de Salcedo en Salcedo, meditar frente a las aguas verdes de

Bolivia: el inventor de los 2/3 y la cuadratura del círculo

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Me lo imagino sentado frente a su mesa cerca de las oficinas presidenciales, quizás incluso observando la plaza Murillo desde uno de esos despachos del Palacio Quemado que resiste al tiempo, con muebles que hace décadas dejaron de relucir, y donde se llega subiendo escaleras y cruzando recovecos que nunca fueron pensados para un edificio de esas características. No sé si el personaje tiene nombre y apellidos, pero sí sé que está radiante, porque salió bien librado de la historia: el cuento acabó como previó, con la aprobación del texto constitucional por el Congreso de la República con la mayoría que él inventó: 2/3. No importan las repercusiones. De hecho, nunca importaron. Lo que de verdad cuenta es que en medio de todo este lío, él salió bien librado. Así se lo debió decir al Presidente Morales en algún momento: “Presidente, no se preocupe. Los errores de la Asamblea Constituyente los podemos negociar en el Congreso. Alcanzamos los 2/3 con toda seguridad; así corregimos el texto de

Entre los cuyes y la paella con guisantes

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Tania y yo pusimos cara de poema cuando el guía de la barquita que nos llevó por toda la laguna nos informó que el nombre de Cuicocha, ese volcán activo cuyo cráter es ahora un lago, proviene de los cuyes salvajes que rondan sus islas centrales. "Eso hay que confirmarlo" -dijo Tania, con razón. Confirmado: cui-cuy, cocha-lago. Rápidamente se me vinieron dos cosas a la mente: cómo había estado diez años -desde la primera vez que vine- sin recordar el nombre de esta belleza natural, que ya nunca olvidaría, y el cuy que me comí en el restaurante de las afueras de Huaral aquel fin de año que pasé con Javier y su familia, y del que recuerdo las patitas abiertas y las uñitas incipientes. Al salir hacia el norte de Quito e ingresar en Imbabura uno cree que el valle, la laguna de San Pablo y la ladera del volcán pueden tocarse con un dedo. De Cayambe a Cotacachi se llega dependiendo del tráfico y de las paraditas que se hagan, puesto que apetecen. Un poco más adelante queda Cuicoch

Destino UIO

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Quito -UIO, dicen las etiquetas del equipaje- es una ciudad con aeropuerto. Es decir, con el aeropuerto dentro de la ciudad. Salvo el de México DF, que sí me causó impresión la primera vez que aterricé, no conozco otro aeropuerto donde se alcance a divisar la pista de aterrizaje desde el aeropuerto del avión justo después de haber podido distinguir el color del cabello del señor que cruza el semáforo. No digo que no me guste. La diferencia de aterrizar a una hora de la capital -o tres, como ocurrió en Maiquetía no hace tanto, después de la caída del puente a la Guaira, cuando llegar a Caracas por la trocha o cruzando el Ávila era toda una odisea- o de tocar tierra en el mismo centro de la ciudad es abismal. Eso significa, por otro lado, que una de las primeras necesidades de adaptación al llegar a Quito es, junto con la altura (gracias, Ximena, por el mate de coca, pero estuvo mejor el ceviche de concha), acostumbrarse al ruido del avión al aterrizar, justo cuando pasa rozando las ant

¿Lima la horrible?

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Cuando Salazar Bondy tildó hace casi cincuenta años a Lima de horrible , no sabía lo que le esperaba. Todavía Castañeda Lossio no había convertido una vía expresa exactamente en lo contrario al quitarle varios carriles para hacer circular unos autobuses que no acaban de llegar de Corea, o de donde diablos estén, ni la entrada oeste a la ciudad llevaba un año obstruida por unas obras en Grau que nadie sabe cuándo acabarán. Cuando Julio me dijo que necesitaba dos horas para ir a Breña, yo creí que se refería a una localidad lejana, no al mismo centro de Lima, donde tuve que ir yo -y tardar las dos horas- para que me colocaran un sello en Migraciones. De levantarse en estos días Salazar Bondy de la tumba, volvería sin remilgos de nuevo a ella: en los años cincuenta, la avenida Arequipa, desde Javier Prado hasta el óvalo Miraflores, era la avenida Arequipa, ese paseo entre noble y adusto bordeado de casonas, muchas de ellas ahora sacrificadas para construir moles, verdaderos ejemplos de f

La avenida Arce y la altura paceña

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Ayer por la tarde, mientras escuchaba los ruidos que desde la calle entraban amortiguados en la habitación, recordé que desde la primera vez que llegué a La Paz -y hace años de ello- sólo he dormido en la avenida Arce: en sus hoteles, entre la plaza del Estudiante y la de Isabel la Católica, y en el diminuto pero acogedor edificio que nos alquiló Fernanda en el Illimani, desde donde se veía el volcán a lo lejos. Todas mis noches paceñas las he pasado cerca de la avenida, entre el bullicio al caer la tarde - Pérez un boliviano Pérez un boliviano - y la tranquilidad de la madrugada. La Arce es algo así como La Paz, como Bolivia entera me atrevería a decir: un conglomerado de cosas que al principio parece desconcertante, y luego fascinante. No le falta nada: las señoras de pollera que cruzan la avenida haciendo recados y llevando bolsas, los colegiales que regresan a sus casas en grupo, o los ejecutivos encorbatados que salen de las oficinas de alrededor. En la Arce se encuentra el mejor

El constitucionalismo “sin padres” y el proyecto de Constitución de Ecuador

http://www.razonpublica.org.co/?p=157 Procesos constituyentes pasados y actuales El 25 de julio de 2008, día del natalicio de Simón Bolívar, y bajo el circunspecto rostro del mártir de la libertad de pensamiento que fue Eloy Alfaro, la asamblea constituyente ecuatoriana aprobó su proyecto de Constitución. Se cumplió de esta manera con el plazo previsto en el referéndum de convocatoria, aunque los problemas durante los ocho meses de trabajo no dejaron de acontecer; entre ellos la renuncia del primer Presidente de la Asamblea, que fue sustituido por el Vicepresidente, o las tensiones políticas propias del proceso. En efecto, quien crea a estas alturas que elaborar una nueva Constitución en América Latina en la actualidad es como hace cincuenta años se equivoca. Una década antes, los constituyentes ecuatorianos de 1998 debieron finalizar apresuradamente sus debates en un recinto universitario y no en su foro original; y el pasado mes de noviembre, por poner otro ejemplo, los miem

El fantasma del Hotel del Prado

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Como todo hotel antiguo que se precie, también el del Prado tiene su fantasma. El mejor hotel de Barranquilla, de ventiladores de madera en la entrada al patio y con habitaciones que dan a la balconada, lo observa deambular en silencio durante las noches calientes del norte costeño. Yo lo vi asomarse al espejo, abrir la puerta del baño y mover las cortinas de la ventana que da a la calle. No hay truco. Es natural saludarlo, y pedirle que se quede el tiempo que haga falta. En el caso del Hotel del Prado, el fantasma es el propio pasado, que se resiste a desaparecer, y permanece en las raídas moquetas que cubren las escaleras y en los ruidosos aparatos de aire acondicionado. Un día el hotel será reformado, y puede que el fantasma salga a la 54 y pida un taxi para irse lejos, hacia el norte, a un lugar donde cuando llueva no aparezcan arroyos peligrosos en las calles barranquilleras, sin distinción entre el norte y el sur, ni entre barrios pobres y ricos. Pero ese día el hotel del Prado

Chiva la Cariñosa

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Para ustedes, como para mí, será una turisticada, pero es de esas turisticadas que no se pueden perder. Desde la avenida San Martín en Bocagrande, cerca del Hotel Caribe, pueden por unos miles de pesos subirse a una de las alegres chivas y dar un paseo por la Cartagena la bella. La nuestra fue la chiva La Cariñosa, con matrícula de Medellín. No se olviden de subir y bajar de frente, de lo contrario la experiencia fìsica puede ser peligrosa. Como ya lo es la psicológica. Si no, esperen a llegar a lo alto de la ciudad, en el monasterio de la Popa. La chiva circula con marchas cortas subiendo por el monte y dejando atrás, allá abajo, las murallas del XVI con los cañones apuntando hacia la bahía, el café del Mar, los hoteles de lujo (precio de la habitación: dos sueldos mínimos mensuales por día), la plaza de San Pedro y la estatua ecuestre de Bolívar ofreciendo el sombrero al sol. También dejarán atrás el monumento a los zapatos viejos, el castillo de San Felipe de Barajas con sus túnele

El proyecto de Constitución de Ecuador como último ejemplo del nuevo constitucionalismo latinoamericano

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Publicado en el nº 15 de la revista Entre Voces http://martinezdalmau.googlepages.com/RevistaEntreVoces15-1.pdf

La última misa y Leo Kopp

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En el cementerio central de Bogotá hay una figura que visito cada vez que se da la oportunidad. Es la estatua dorada de Leo Kopp, judío, católico y cervecero, reverenciada por miles de personas en la ciudad y fuera de ella. Hay que buscarla al final de la entrada principal, a unos pasos a la derecha del edificio; en caso de duda, pregunten, cualquiera que pase por allí les sabrá decir. Es habitual tocar la figura y susurrarle al oído de este benefactor con aspecto de Rodin contemporáneo. Imagino que oye de todo. A mí me gusta preguntarle sobre cómo resolver cuestiones, y hasta ahora, desde la perspectiva del tiempo, no me ha fallado. Este domingo llovía en la ciudad y las hojas caían sobre el cemento gris del suelo. Ante la atónita mirada de Andrés y mía, un par de curas (mi amigo Fernando insiste en que son falsos padres) bajo un paraguas se pusieron a hacer misa en favor del alma de Leo Kopp y, de paso, del algunas más que deben reposar en el purgatorio. Antes del inicio solicitaro

Los 444 artículos de Montecristi

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Ciudad Alfaro no es propiamente el nombre de una ciudad, sino de un complejo de medianas proporciones construido para el funcionamiento de la Asamblea Constituyente ecuatoriana. Se encuentra en la ladera de un monte a lo alto de Montecristi, Manabí, a un puñado de kilómetros de la base de Manta que Mahuad cedió a los norteamericanos hace diez años. La elección de Montecristi como sede de la asamblea no fue casual; en esta pequeña ciudad, a la que muchos turistas se acercan para comprar los originales sombreros Panamá , nació a mediados del siglo XIX Eloy Alfaro, dos veces presidente de Ecuador, héroe de la revolución liberal ecuatoriana, y emprendedor de la modernización del país contra las oligarquías más conservadoras. No en balde lo mataron y arrastraron su cuerpo por Quito hasta incinerar lo que quedaba de él en el parque del Ejido. En estos momentos, los restos de Alfaro reposan en un mausoleo construido junto a las instalaciones de la asamblea. La forma del mausoleo rememora el

La luz al final del túnel

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De pequeño mi madre me subía al tren de un par de vagones que salía de Teulada, y que cruzaba por una garganta donde en la piedra sólo se veían algunos arbustos de secano. Pegado al cristal observaba los precipicios; es la única imagen que recuerdo, además de la estación, detrás de la Mistelera, el enorme reloj y el mapa de cambios del tren dentro de la caseta. Y del túnel. No era un túnel largo, pero cuando uno es pequeño lo normal parece enorme. De los túneles aprendí las treguas de la oscuridad y la sensación de ver la luz al fondo. Creo que esa luz no me gustó. La luz se asomaba al principio, avisaba, y de repente ya estaba allí, confundida con el pequeño mundo del vagón. La luz al final del túnel representaba el regreso a lo que se ve, el fin del misterio, la venganza de lo conocido. Nunca me ha hecho mucha ilusión la luz al final del túnel. Es una luz que llega cuando uno no lo pide, como una visita molesta en un momento de intimidad. Por eso, en días como hoy, con dos noc

La última noche que iba a pasar contigo

La última noche que iba a pasar contigo no acaba nunca. Cuando pensé que podía coger mi taxi y huir campo a través (ciau, fue un gusto, hasta la siguiente, que será lejos de aquí), resulta que llega el vecino molesto a molestarte, como no podría ser de otra manera. Y claro, todo un caballero, te veo ultrajada y, a estas horas de la madrugada, con casi veinticuatro horas despierto, aún no sé si decidiré salir por la puerta de atrás, viendo tu sombra acurrucada en estado deplorable (quién te ha visto y quién te ve), o quedarme a tu lado para intentar calmarte y darte ánimos. ¿Pero servirán de algo esos ánimos? Ya a estas alturas lo dudo, aunque no me gustaría pensar que no. Son muchas las cosas que uno piensa que son justas, y que debe luchar por ellas. Pero el problema es más profundo. ¿Realmente me apetece quedarme? ¿Realmente debo quedarme? ¿Por qué no acaba de acabar esta última noche?

In dubio, pro constituyente

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El parto fue difícil, pero a la nueva Constitución del Ecuador sólo le queda deshacerse del cordón umbilical. Al amanecer del sábado, y casi hasta la extenuación, llegaron los constituyentes de Ciudad Alfaro, Montecristi, a la finalización de sus debates. En unas horas se conocerá la Constitución, formada por retazos de las más diversas procedencias, toda una metáfora del sustrato ecuatoriano. Una riqueza de culturas y visiones que se traduce en los productos de las diez mesas de trabajo que durante meses han trabajado en Manabí. Algunos dudan del resultado, no sin razón. El proceso, como cualquier proceso constituyente plenamente democrático, ha tenido que enfrentar sus contradicciones internas y su obstáculos externos, incluso sus peligros. Pero al final, las voluntades de los pueblos se imponen a los miserables intentos de acabar con las mareas democráticas en América Latina. Hay que tener fe. In dubio, pro constituyente.

Perdido

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Perderse en Manta un sábado por la noche es redescubrir suburbios de la mente que siempre habían estado ahí, pero marginados. Es encontrar sorpresas en las mesas de la Flavio Reyes, bebiendo y charlando, de pie o sobre las hamacas, en miradas de perfil y transversales. Es escuchar música armonizada con los ruidos de la calle, el claxon, un grito, la risa exagerada. Perderse en Manta es alejarse del momento para verlo ahí, como una obra de teatro en la que uno sólo es espectador, no protagonista. Y, al final, la naturalidad de las cosas en las luces del bar. Perderse en Manta es, de alguna forma, encontrarse.