Ir para siempre regresar

Hay pocas ciudades a las que uno regresaría siempre. Mi principal es Bogotá. No sólo por la biblioteca Arango y el Juan Valdez del museo Botero, ni tampoco por el restaurante japonés de la zona T, aunque no me lo pierda en cada una de mis visitas. Ni siquiera por los teatros de la Candelaria, ni por el Café Oma de la 93, ni por el Corral de la gasolinera Texaco de la séptima y el sabor de sus hamburguesas de madrugada, casi al amanecer. En el caso de Bogotá es por los amigos que llegaron tan de repente como de repente pasaron a ser importantes en mi vida. Aparecí por la Universidad Externado hace tres años y nunca me quise ir. Fui a buscar y lo que pasó es que encontré: encontré el sabor de la verdadera hospitalidad, bañada de tarta de amapola en el café-librería de la universidad, y encontré el calor de nuevos amigos cuando creía que los amigos de verdad ya habían aparecido. Salí del Externado apresuradamente por razones profesionales que no vienen al caso, pero lo cierto, y eso lo entendí después, es que nunca llegué a irme del todo. De hecho, pocos meses más tarde soplábamos velas por mi cumpleaños en Andrés Carne de Res, y en un precioso día cerca de navidad celebrábamos la boda de Eric y Norma, y el anillo que no llegaba.

El dos de diciembre Norma cumple años. Yo quería estar allí: uno siempre debe estar donde le dice su alma. Y de alguna manera estaré, porque una vez que llegué a ellos fue para siempre regresar.

¡Feliz cumpleaños!

Comentarios

Fernando ha dicho que…
Yome voypara Bogota en pocos dias Rubén... Como tú dices es una ciudad para regresar siempre....

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