Perdido


Perderse en Manta un sábado por la noche es redescubrir suburbios de la mente que siempre habían estado ahí, pero marginados. Es encontrar sorpresas en las mesas de la Flavio Reyes, bebiendo y charlando, de pie o sobre las hamacas, en miradas de perfil y transversales. Es escuchar música armonizada con los ruidos de la calle, el claxon, un grito, la risa exagerada. Perderse en Manta es alejarse del momento para verlo ahí, como una obra de teatro en la que uno sólo es espectador, no protagonista. Y, al final, la naturalidad de las cosas en las luces del bar. Perderse en Manta es, de alguna forma, encontrarse.

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