"Los hombres que no amaban a las mujeres" o cómo dejarse atrapar por una novela de 666 páginas
Mi afición por la novela negra empezó por lo sencillo y fue menguando a medida que iba descubriendo otras cosas que involucraban más tiempo y más recompensas intelectuales. En el momento en que me preguntaba qué mente privilegiada podía imaginar un final aceptable para Diez negritos, por razones familiares (prohibición de un padre a un hijo adolescente) no pude ir al encuentro de seguidores de Agatha Christie -esa vieja aburrida que sabía escribir, como una vez me comentó un amigo- en Mallorca, con la excusa de que tiempo tendría para hacerlo; nunca más se reunieron o, al menos, ya no se me cruzó la oportundad. Con Arsenio Lupin, ladrón de guante blanco, pasé varios veranos oliendo a jazmín durante las noches en el cabo, cuando mientras caída la tarde, llegaba el fresco, y sonaba el ruido de los grillos en los pinares, el caballero ladrón se burlaba de todo y de todos con el descaro que le caracterizaba Luego vinieron algunos clásicos, incluso títulos de la tierra, como aquellos impenitentes de Butxana y Barrera que entraban en los clubes de prostitución de la Malvarrosa preguntando a mansalva, o el indecible Papel mojado, de Millás, un libro sorprendente donde los haya, a pesar de la resignación del propio autor, que a más de uno nos descubrió cómo no esconder cosas en el depósito del wáter.
Luego llegó el invierno, los libros de administrativo, la primavera, obligaciones y contratos, el verano, el código penal, y la novela negra pasó a un segundo plano. No encontraba nada inteligente, o nada me lo parecía como años atrás. Hasta que apareció Millenium I.
Para qué les voy a hablar del extrañamente fallecido Larsson, de los hombres que no amaban a las mujeres (Millenium I), de la futilidad de los best-sellers y del márketing editorial. Todo eso ya lo conocen. Nadie está exento de clichés, y seguramente les parecerá que un número uno en ventas no puede ser esencialmente original. Pero si quieren de nuevo regresar a un libro que atrapa, empiecen por algo bueno. Y no he encontrado nada mejor en muchos años. Además, no creo que sea casualidad lo de las 666 páginas, cosas del editor: no en vano su autor era de formación troskista y un firme defensor de los derechos de las mujeres.
Luego llegó el invierno, los libros de administrativo, la primavera, obligaciones y contratos, el verano, el código penal, y la novela negra pasó a un segundo plano. No encontraba nada inteligente, o nada me lo parecía como años atrás. Hasta que apareció Millenium I.
Para qué les voy a hablar del extrañamente fallecido Larsson, de los hombres que no amaban a las mujeres (Millenium I), de la futilidad de los best-sellers y del márketing editorial. Todo eso ya lo conocen. Nadie está exento de clichés, y seguramente les parecerá que un número uno en ventas no puede ser esencialmente original. Pero si quieren de nuevo regresar a un libro que atrapa, empiecen por algo bueno. Y no he encontrado nada mejor en muchos años. Además, no creo que sea casualidad lo de las 666 páginas, cosas del editor: no en vano su autor era de formación troskista y un firme defensor de los derechos de las mujeres.
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