Si no hay final no hay principio

El hecho de que el Cabo de La Nao fuera el entorno de mi infancia y adolescencia tenía algunos efectos particulares. Quizás uno de los más prácticos era recibir el nuevo año mirando hacia la salida del sol. Es lo que nos pasa a los del mediterráneo occidental: que hemos vivido saludando a los amaneceres. Levantarse al alba para ver la diminuta esfera solar era obligado después de una noche como la última del año, cuando con sabor a leña, los ojos achinados por el sueño y algo de frío, nos cobijábamos bajo los abrazos para disfrutar del aire fresco de la mañana y de los primeros rayos del nuevo periodo que parecía abrirse ante nosotros.

Quizás sea por la madurez que necesariamente conlleva el paso del tiempo, pero ahora prefiero disfrutar de los atardeceres, y apuesto por éstos durante el último día del año. Mirar por ejemplo al Pacífico desde las alturas de Barranco, ese extraño barrio limeño donde parece que no haya pasado el tiempo, significa darse cuenta más de lo que se ha ido que de lo que será. Claro que una cosa incorpora la otra. El atardecer de Barranco no es más intenso que el amanecer mediterráneo, pero seguramente sí es más real. El amanecer lo observábamos con cierto cansancio y deseo; el atardecer, con algo de nostalgia pero con muchas ilusiones puestas en lo que promete el hecho de que algo termine.

Como recuerdo que decía Remo durante las noches de verano de Xàbia, si no hay final no hay principio. O lo que es lo mismo, como le comentaba a Ángela hace unos días, es difícil entender de mejor manera el principio que viendo el final. Buda decía: abre los ojos, percátate de la realidad. El atardecer es la realidad, porque viene inmediatamente seguido por un nuevo nacimiento. Y si es en Barranco, donde un indígena del altiplano que mira de soslayo es capaz de leer tu futuro en las hojas de coca -seguramente en tus ojos, pero la hoja de coca es más inspiradora-, ¿qué mejor manera de darse cuenta de que si no hay final, no hay principio, que disfrutando del último atardecer del mundo?

Comentarios

Juan Pedro Quilon ha dicho que…
Quizá nos hagamos mayores, Amigo Rubén, pero veo que los planteamientos de juventud siguen siendo los mismos: Mirar el mar y pensar en el futuro y en el pasado. Algunos pensarán más en una cosa que en otra,pero esa es una tendencia que si cambia con los años...
Un abrazo!

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